La Gestión de Proyectos puede ser un trabajo enormemente gratificante debido al alto nivel de responsabilidad y flexibilidad asociado a dicho puesto. El aprendizaje constante y las enormes posibilidades de crecimiento profesional son otras de las cosas que me encantan de la Gestión de Proyectos.
Sin embargo, como todo en este mundo, nuestro trabajo también tiene sus puntos negativos. De buen seguro uno de los más importantes es el nivel de estrés asociado a nuestra profesión. A lo largo de mi carrera profesional desgraciadamente he conocido a muchos compañeros que han sufrido de “burn-out”, un agotamiento profesional que les ha causado graves problemas físicos y mentales que requieren de un largo tratamiento hasta poder volver a trabajar como Gestor de Proyectos. Algunos de ellos incluso nunca han podido volver a ejercer su posición, quedando relegados a labores administrativas puesto que ya no eran capaces de aguantar ningún tipo de presión.
He de decir que mi experiencia está un tanto sesgada puesto que he trabajado varios años en grandes proyectos de ingeniería y construcción de decenas de millones de euros y años de realización. Por supuesto este tipo de proyectos son especialmente peligrosos debido a su volumen y condiciones contractuales, pero sin duda cualquier Jefe de Proyectos está expuesto a niveles de estrés suficientes como para causar serios problemas.
Por todo lo anterior es importante conocer las fases de estrés y actuar lo antes posible antes de llegar a las fases más avanzadas.
Fase 1 – Adaptación
En esta fase estamos dentro de los límites de resistencia al estrés. Reaccionamos de manera elástica, volviendo a la situación anterior en cuanto el nivel de estrés se reduce. Se trataría de los picos normales de trabajo.
Fase 2 – Alarma
A partir de esta fase comienzan a aparecer los problemas. Nuestro organismo no se encuentra familiarizado con el estímulo y presenta una reacción de alarma, por lo que comienza a liberar mayores niveles de adrenalina para prepararse ante lo que considera una agresión. Se observan síntomas como mayor presión arterial, aceleración del ritmo cardíaco y respiración o ansiedad. En algunos casos aparecen problemas de memoria o dolencias corporales.
Fase 3 – Resistencia
Un estado de alarma prolongado en el tiempo hará que nuestro organismo pase a la resistencia. Los niveles de alarma se reducen, por lo que el organismo se acostumbra a este nuevo nivel de estrés permaneciendo en altos niveles de activación. La resistencia se caracteriza porque se genera gran cantidad de emociones negativas como reacción de rechazo a la situación. Esta situación hace que aparezcan problemas personales y sociales que realimentan en problema. Es por ello muy necesario identificar a trabajadores en esta fase para actuar antes de que pasen a la siguiente.
Fase 4 – Agotamiento
El estado prolongado en la fase de resistencia hará que el trabajador se acabe agotando física y mentalmente. Se observan tanto un descenso acusado del rendimiento como problemas físicos y emocionales de distinta índole. En muchos casos el alcanzar esta fase hará que el trabajador necesite de un descanso prolongado y ayuda para volver a tolerar el estrés normalmente, puesto que tras su reincorporación tenderá a reaccionar excesivamente para protegerse ante el mismo.
Conclusión
Debes ser consciente del peligro que suponen los altos niveles de estrés prolongados en el tiempo, y así protegerte tanto a tí mismo como a tu equipo para evitar llegar a las fases avanzadas de estrés que pueden ocasionar graves problemas de salud.
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