La llegada de la crisis económica a España en el 2008, con su origen un año antes en la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, desenvocó en una contracción económica sin precedentes que se vio reflejada en una disminución del PIB y de las tasas de empleo desde 2008 hasta 2014, con un rebote de ambos en los últimos años que parece indicar que por fin ha pasado lo peor.
En ese mismo periodo pasamos en España de una tasa de desempleo del 8%, un nivel mínimo histórico en el país, a tener una tasa de desempleo del 26%. Solamente la cohesión social y el soporte familiar impidieron que la situación desembocase en un problema social imposible de resolver. Por suerte la tasa de desempleo se ha reducido hasta llegar al 15% actual y todo parece indicar que la recuperación va a continuar en los años venideros. Sin embargo, la crisis económica ha contribuido a aumentar la precariedad laboral en nuestro país, en gran manera debido al miedo a perder el puesto de trabajo y a la práctica inexistencia de alternativas.
Entre otras consecuencias, los años de contracción económica y el lógico miedo a perder el puesto de trabajo hicieron que disminuyese notablemente el absentismo laboral (bajas tanto justificadas como injustificadas). Los trabajadores comenzarían por tanto a asistir al trabajo en cualquier circunstancia (incluso con problemas de salud). Además de eso, el número de horas trabajadas por persona aumentó notablemente, debido a que en muchas ocasiones el número de horas trabajadas es la manera (totalmente errónea bajo mi punto de vista) en que se mide la calidad y la motivación de los trabajadores. En el periodo comprendido entre 2008 y 2014 la tasa de absentismo pasó del 4,8% al 4,1%.
El presentismo laboral
Esa situación ha sido el caldo de cultivo del problema que hoy nos atañe, el presentismo laboral. El presentismo laboral se refiere a permanecer en el puesto de trabajo independientemente del nivel de ocupación y desemboca en la realización de tareas personales, conexión a redes sociales, largas conversaciones con los compañeros, etc en la oficina. En resumen, mientras antes muchas personas faltaban al trabajo si no tenían mucho que hacer, ahora prefieren ir al trabajo y pasar horas dedicándose a otras cosas.
Para colmo, no es práctica habitual “fichar” en el trabajo para documentar el número de horas trabajadas ni lo suele ser el uso de un horario flexible. De hecho, en España la mitad de las horas extra trabajadas en 2018 no fueron remuneradas ni compensadas con tiempo de descanso.
Puesto que para la empresa no supone ningún coste y dado que la manera habitual de valorar el trabajo es el tiempo que pasamos en la oficina, al final todos los empleados acaban pasando el mayor número de horas posibles en su puesto de trabajo.
Los problemas del presentismo laboral
En la mayoría de las ocasiones nadie tiene una idea exacta de cuál es la carga de trabajo de cada empleado, solamente se sabe cuántas horas permanece en la empresa. De este modo en realidad estamos fomentando la ineficiencia de los trabajadores, puesto que exigimos muchas horas de trabajo sin considerar si en realidad son necesarias o no.
Un problema adicional es la baja motivación que ocasiona la sensación de tener que permanecer en el trabajo aunque no tengamos nada que hacer. Esta situación prolongada en el tiempo puede incluso hacer aparecer depresiones. Pensemos en que informar a los superiores de que no tenemos suficiente trabajo muchas veces no es una opción puesto que puede acabar resultando en la pérdida de nuestro puesto de trabajo.
Por último, se favorece la transmisión de enfermedades. Especialmente catarros y gripes se extienden por las oficinas si nadie se queda en casa cuando está enfermo.
Situación actual
La relación entre la ocupación y el absentismo es clara, puesto que en los últimos años de recuperación en España también se aprecia que de nuevo aumentan las bajas laborales y por lo tanto también se reduce el presentismo. Sin embargo, esta no puede ni debe ser la solución al problema.
Es por eso que el Ministerio de Trabajo ha enviado a los sindicatos un borrador que propone instaurar legalmente la obligación para las empresas de llevar un registro de horas trabajadas. Consideramos que este es un buen primer paso, aunque el siguiente debería ser la obligación de compensar las horas extra y la prohibición de contratos con una remuneración que incluye las horas extras que sean necesarias para realizar el trabajo asignado. Estamos convencidos de que las ventajas a largo plazo de unas condiciones de trabajo justas y equitativas serán mucho mayores que las ventajas económicas a corto plazo que genera una máxima explotación de los trabajadores.